Ser de Cádiz, ha sido el mejor pasaporte que haya podido nunca tener al viajar por el mundo. Siempre una gran sonrisa o palabras bonitas han seguido a mi respuesta sobre el lugar de mi procedencia.
En realidad nací en Algeciras, pero todos en la provincia sabemos que es en Cai capital donde está lo que aquí llamamos el «ange», el arte y la sal.
Los pimientos del padrón retrasan la vejez.
Hacía años que no la visitaba. Mi vida en Berlín, mi temporada en Islandia, los viajes de mochila a otros continentes entre medio, me han hecho tomar mucha distancia y perspectiva respecto a mis orígenes. Algún día escribiré como el síndrome del «choque cultural inverso» me afecta en mi vida cotidiana. Porque si partir es un viaje, retornar es un viajazo.
El efecto al viajar mucho es que luego una se siente extranjera en su propia tierra, eso puede ser muy extraño incluso triste, pero también una gran ventaja a la hora de mirar lo familiar de nuevo, bajo un nuevo prisma, bajo otra perspectiva.
Retomar las raíces, las imágenes conocidas, el acento de toda un vida, los olores de nuestra gastronomía, los sonidos de las campanas y esa luz inigualable, contundente en sus luces y sombras, pura y nítida, ninguna igual para definir los colores en todo su esplendor. La capital de la costa de la luz tiene su nombre merecidísimo.
Cádiz fue fundada por los fenicios en en S.XIII a.c, con el nombre de Gadir.
Y que se puede hacer un día en la ciudad más antigua de occidente? Ahi es ná! Pues recorrerla en la estrechez de sus callejones floridos, comer algunas tapitas del terreno, que tanto he echado de menos; y descubrir que a nivel de arte, Cádiz no sólo tiene carnaval y flamenco para ofrecer.
Esto es lo que me dio para ver un día paseando por el centro histórico de Cadiz
Las calles de Cádiz
Tras vivir en países de la Europa del norte y nórdica me sorprendí, como si fuese una turista extranjera, por esta alegría callejera, promiscua en colores y adornos. Las vida de calle que se da en los países mediterráneos es totalmente única e influye de manera super positiva en la buena calidad de vida de sus habitantes. Hazme caso que he vivido en el hielo.
«Se bebe, comiendo y hablando.
comiendo y cantando.
Se bebe en manga corta».
Calle Virgen de la Palma.
Escena mediterránea.
Las peñas de carnaval.
Esos portalones de años y años, de vejez con historia, de madera con alma…
Otros detalles que llaman la atención a esta hija desnaturalizada, es la profusión de elementos decorativos religiosos que salpican cada rincón de la ciudad. Es folklórico y alegre, lejos de la tristeza sórdida de las esquelas funerarias que empapelan las calles de Sicilia; más cercanas a la decoración colorista de las ceremonias hindúes. Todo es color en esta tierra, hasta las imágenes sádicas de cristos sangrientos, azotados, clavados y espinados a la que nos hemos acostumbrado tanto aquí, como si de cuentos infantiles aptos para todas las edades se tratasen.
Supongo que habréis notado mi agnosticismo claro, pero esteticamente…es tan bello!
Y de vuelta a la luz de sus plazas…
Plaza de San Francisco.
Plaza de San Juan de Dios.
El mítico Teatro Falla, guardián de tanta y tanta literatura satírica…
El blanco del sur
Y de vuelta a sus recovecos de nuevo, está vez asomándome a cada reja y fisgoneando por sus patios y portales.
El patio andaluz es un fusión de la arquitectura y las culturas del mundo romano y musulmán. La cantidad de flores y plantas que los invaden, queriendo construir un paraíso idílico, hacen de estos lugares rincones atemporales donde evadirse de todo.
Aquí hice una parada en un callejón para tomarme un tinto de verano y una tapa de urta a la roteña.
En esta parada sucedió algo muy muy de la tierra. Pues resulta que en la mesa de al lado estaban sentadas dos chicas y un chico debatiendo. Una de ellas estaba muy enfadada, y con un tono de voz que todo el mundo se enteró del enfado, dijo que un tal Ari «era un gilipolla y que azí no ze trata ar chino». La de al lado nos informó a todo el callejón, como si fuese super importante, que ella no entendía «ezo de dí tio restregándoze zin zé uno marica ni ná». En ese momento, un chaval de otra mesa, quiso dar su opinión sobre el asunto, del que aparentemente todo el mundo sabía menos yo. El chaval se vuelve, y que si total que zi les da la gana que por que no?, y una tercera mesa entra en la conversación para opinar que quieren que gane «er chino granaíno, «que eh que e mu gracioso». Definitivamente me estaba perdiendo algo. Al final resulta que en Gran Hermano España, programa que no veo, hay un chino granaíno gay, y un vasco que dice que es hetero, le arrima la cebolleta y nadie entiende nada, pero hay una montada que parece el debate de la nación. Yo tampoco entiendo, pero disfruto a tope viendo esa espontaneidad y pocas reservas a la hora de entablar conversación. Ese saber moverse como pez en el agua en la piscina de las relaciones humanas es precioso. No esperéis encontrarlo en lugares donde la luz se hace de rogar. Esto es un tesoro.
Seguí caminando hacia el mar, y ahí me encontré con el castillo de Santa Catalina, que como muchos rincones de esta ciudad tiene un aire colonial que me recuerda mucho a mis paseos por America Latina.
Pero no hay en Cádiz zona que deje ver tanto ese lazo con el otro lado del charco, como el paseo marítimo y la catedral. En clara referencia a La Habana, a este paseo se le llama El malecón.
El malecón con la catedral al fondo.
Y un poco más delante, en pleno centro de la ciudad…
Playa de la Caleta
Esta playa está en el centro de la ciudad, y fue el puerto original donde durante siglos y siglos fondearon fenicios, cartagineses y romanos. Y así hasta nuestros días…
Día de playa, y en un mes navidá 🙂
Puerta de acceso a la fortificación del Orejón y al paseo que lleva hasta el Castillo de San Sebastián.
Un poco más adelante di con un lugar donde había una exposición, muy minimal, sin ningún tipo de explicación, pero que me encantó recorrer. En mi opinión, muchas veces el arte no hace falta entenderlo, es tan sólo que te encante la atmósfera que desprende. Y si quieres llamarlo arte bien y sino también.
Y una vez con el gen del arte activado, me encaminé hacia el ECCO- Espacio de creación contemporánea-, donde tuve la sorpresa de encontrarme una exposición de Costus. Ver óleos gigantes, de pigmentos fluorescentes, donde se representa, por ejemplo, a Alaska como una madonna de la «movida madrileña», no tiene desperdicio.
Costus fueron dos, Juan Carrero y Enrique Naya, y en esta inmensa obra que llamaron El Valle de los caídos y en la que invirtieron siete años de su vida, era una adaptación moderna de los clásicos temas que impregnaron la dictadura de Franco. Punkis como vírgenes e iconos de la movida madrileña como santos. También fueron los padres del gran término «chochonismo ilustrado», y sólo por eso hay que quererlos. Nunca fueron tomados realmente enserio en esta España reaccionaria de la que aun quedan muchas señas, pero con el paso del tiempo hasta lo más kitsch y trash del mundo, termina convirtiéndose en clásico. !Viva el fluor!
Instalaciones con materiales reciclados en el patio interior del ECCO.
La entrada a ECCO es totalmente gratuita. Abre todos los días de 11:00 hr de la mañana a 21:00 hr, excepto domingos que cierra a las 15:00 hr del mediodía.
Y ya «jartita» de arte, de andar y de llenarme de ese aire, me fui en busca de mi amiga de la infancia, Carmen, con la que me iba a pasar el fin de semana en su casa de Jerez.
La próxima excursión será la Ruta al salto del cabrero desde Benaocaz, en la sierra de Grazalema. Esten atentos 😉
Viajad viajad malditos.
Sonsoles Lozano.
Pues sí que entran ganas de pasarse por ahí abajo después de las maravillas que has contado y ahora que por aquí aprieta el frío.
Preciosas fotos.
Saludos.
El mantra es: invierno abajo y verano arriba…;)
te mando unos térmicos! jajajaj!
saludos!
Son.