Esta entrada es la continuación de «Viaje a Peru_Aterrizaje en Lima».
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Salimos en bus de Lima hacia Paracas tras una exhaustiva y exhausta comparativa de precios. En Perú hay un sinfín de compañías que recorren el país, os aconsejo que comparéis y no os quedéis con la primera que encontréis, ya que tanto los precios, como las calidades de los buses pueden variar mucho, sobre todo en trayectos largos. De eso ya hablaremos cuando tengamos que viajar de noche y la diferencia entre 140º y 160º se convierta en algo fundamental en vuestra vida; pero hoy no es el día ni el caso.
Antes de salir hacia nuestro viaje a Paracas, en el andén del bus, probamos por primara vez uno de los platos nacionales. Aunque no hay documento gráfico, ya que no imaginábamos la repercusión que aquel manjar tendría todo el resto del viaje, quiero contaos que la mejor «leche de tigre» con la mejor de las «jaleas», la probamos en un vasito de plástico, a 1 sol, que vendían en la estación antes de salir. Fue nuestro primer contacto inconsciente con lo que llegaría a convertirse un vicio para mí: el ceviche y la jalea, manjares supremos de la suprema gastronomía peruana.
¿Unas fresas caramelizadas de postre?. Servicio a domicilio en bus en todas las carreteras del Perú. 🙂
El bus nos dejó en el cruce de la carretera con Pisco, pueblo grande que da nombre a la bebida nacional. De allí tomamos una combi, o una moto-taxi: dos instituciones del tráfico peruano.
Nos alojamos en el Backpackers Paracas, sitio que recomendamos por molón, baratico, limpio y por las hamacas del patio de atrás.
A la mañana siguiente, antes de salir a la Reserva del parque nacional, tomé estas fotos del pueblito.
La ciudad y los perros_ Paracas.
La ciudad y los perros II
Y tomando un cafelito mientras mirábamos el pacífico comenzábamos realmente nuestra aventura.
Para llegar al desierto hay que cruzar una zona del pueblo llena de chalets hasta dar con la costa y seguirla. En algún momento deberíamos encontrar una garita, donde debíamos pagar para entrar a la Reserva. Desde el pueblo a la entrada distan unos 5 km.
Rollo entre Ibiza y no se qué moruno.
Bordeando la costa y buscando la garita de «entrada».
* Veo esta foto y me recuerda a algo…Atención pregunta: ¿ Como escaparíais de un desierto con tan sólo una naranja?. La respuesta solo la tiene el gran Dani Rovira.
Para (lluvia) – Acca ( arena), proviene del quechua y significa «Lluvia de Arena», y eso es lo que se viene a la mente cuando se empiezan a divisar las dunas y la gran superficie ocupada por millones de millones de millones de granos de arena amontonada. Paracas tiene algo particular y sorprendente, y es que siendo un desierto sea uno de los lugares donde más vida en cuanto a flora y fauna existe del Perú. Justamente para proteger estas especies de aves, peces y mamíferos se fundó la reserva en 1975. También es conocido porque las llamadas corrientes de Humbold son muy frecuentes aquí, lo que favorece el placton, que no es más que nutriente marino. Esto explicaría la cantidad de animales que o viven aquí permanentemente o hacen una paradita en sus vacaciones migratorias.
Por cierto, que al aventurero de Alexander Humbold nunca le gustó que su nombre se le atribuyeran a las corrientes frías, bueno ni calientes tampoco, y escribió así:
» Así he protestado y lo también lo haré (públicamente si es necesario) contra toda expresión «corriente de Humboldt» La corriente es conocida desde hace 300 años por todos los jóvenes pescadores que navegan entre Chile y Paita. Solo tengo el mérito de haber medido por primera vez la temperatura del agua de la corriente»
Encontrar esta carretera y divisar al fondo una garita fué mejor que encontrar un oasis, sobre todo porque no hacía tanto calor, ya que corría una brisa fresquita pero traicionera, dispuesta a retar cualquier protector solar nivel 50.
Entrada a la reserva nacional: el garitero.
Al poco tiempo de caminar, un camionero nos hizo señas de si queríamos que nos llevara y, ante la visión del interminable desierto delante nuestra, no pusimos ninguna resistencia. Nos ahorramos 7 km que es la distancia entre la entrada a la reserva y Lagunillas. En el trayecto, Jorge nos contó la terrible historia del terremoto del 2007 que asoló Pisco y alrededores. La alegría de Jorge le daba a la historia un tinte de fantasía. Cuando volvió a su casa- nos cuenta-, que ya lo estaban velando, dándolo por muerto…y esto lo cuenta con una sonrisa. Al igual que cuando estaba conduciendo camino al puerto de Lagunillas el día del terremoto, lo primero que vio fue el camión de delante bambolearse, y el pensó que el camionero estaba borracho, hasta que se dió cuenta que su propio camión y la tierra misma también se movían de forma muy brusca. De ahí aguantar hasta que el movimiento se calmó y pudo volver con su familia….me ahorro la descripción de los cientos de muertos alineados en las calles y lo que sus ojos vieron aquel día. Es lo que tiene este país, que tan solo vivir aquí, sobre sus innumerables placas tectónicas en continuo movimiento es una experiencia de riesgo, vivir al límite en tu cotidianidad.
Llegamos a Playa Lagunillas, donde no hay nada excepto un puerto pequeño pero con mucha actividad, unos aseos, dos kioscos, tres restaurantes, y alrededor…mucha arena!
La dura vida de los trabajadores peruanos….
Probando la Inka Cola por primera y última vez. Para entendernos, el sabor es como «peta-zeta» líquido. Yo no sé vosotros, pero a mi el peta- zeta con pescado no me termina de casar.
Recogiendo algas, que se usan mayoritariamente en el sector de la cosmética.
Playa Lagunillas.
Nuestro primer ceviche de Perú y de nuestra vida, fue de mero,en «La tía Fela», cocinado por Don Carlos. Ahí es cuando me dí cuenta que el plato nacional por antonomasia era un plato espectacular, sublime. Igual fue porque hicimos una gran elección con el pescado, ya se sabe: «de la mar el mero y de la tierra el cordero», pero lo cierto es que fue una experiencia para los sentidos fuera de serie. No puedo recordar la primera vez que probé una pizza, sushi,ni una paella o tortilla española en mi vida, pero siempre recordaré la primera vez que probé el ceviche peruano: Paracas, noviembre del 2013.
Don Carlos, chef de «La Tia Fela».
Carlos nos habló de la playa roja y decidimos acercarnos bordeando la costa que dejaba Lagunillas atrás.
Un poquito de yo en acción.
Comencé a ver esas pequeñas piedras rojas, redondas y pulidas, guijarros de color intenso del que vendría el nombre de playa roja. Inmediatamente me acordé del documental «Rivers and tides» sobre la obra del artista Andy Goldsworthy, y la parte donde explica como las piedras rojas con las que trabaja deben su color a su alto contenido en hierro, el mismo componente que se encuentra en nuestra sangre. La relación directa entre nuestra sangre y los guijarros de un río siempre me pareció de una gran poesía, una más de las preciosas obviedades que nos dice cuanto de conectados estamos con la naturaleza.
Con Natalia en la playa Roja.
Me he permitido una licencia artística y le he dado la vuelta al paisaje….la gama de colores es impresionante, ¡así al natural!
Fauna protegida de la reserva. Las aves son especialmente abundantes.
Y entonces volvimos sobre nuestros pasos, a descansar las pupilas, agotadas de absorver tanta maravilla.
Este viaje sigue en Viaje a Peru_ Parada técnica en Ica
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Buenos dias, buenas tardes, buenas noches.
Son.
Datos de interés:
Bus Lima_ Paracas: Bus De Lima a Pisco ( 17 soles, 4hr). taxi Pisco_ Paracas ( 15 soles las dos, 15 min).
Hospedaje: Backpackers Paracas ( 20 soles habitación doble con baño compartido).
Entrada a la Reserva: 5 soles.
Ceviche en «La Tia Fela»: 15 soles
Buen relato y hermosas fotos
Y muy buena su web, super completa. 🙂