Las particularidades de quien viaja sola, sólo una lo sabe. Los secretos más íntimos, los momentos más vergonzosos, las revelaciones de iluminado, todo eso queda en el recuerdo y el camino de quien se lió la manta a la cabeza, hizo su maleta y se enfrentó al mundo y a una mismo.
Estas son algunas de las “cositas” que suceden cuando se viaja sola.
No sin mi maleta
La ventaja de viajar con alguien es que tienes quien cuide tu maleta o mochila cuando vas al baño. Entonces, ¿qué haces cuando viajas solo? Pues está claro: llevas tu maleta contigo.
Reza porque el cubículo en cuestión sea ligeramente manejable. He vivido auténticas situaciones “tetris” en baños minúsculos. Aeropuertos, estaciones de bus y tren, restaurantes, etc… No sin tu maleta. Aquí se desarrolla muchísimo la creatividad, créeme. Pero sobre todo te das cuenta de la importancia de hacerte las cosas fáciles. Apendes a priorizar.
Preparas la maleta más ligera posible. No es fácil elegir la maleta perfecta, y luego además hacer el “equipaje perfecto”. Pero esto es como todo, la práctica hace la excelencia.
Te darás cuenta de que tienes «sensatez» y aprenderás a usarla.
Llámalo instinto, sexto sentido o intuición, pero a veces esa vocecita interior te dirá lo que está y no está bien. Si tu instinto te dice que des media vuelta y salgas de un lugar, deberías escucharlo.
La razón por la que desarrollarás este instinto es justamente porque estás sola. Terminarás siendo infinitamente más consciente de tu entorno de lo que hubieras sido viajando acompañada.
Viajar sola me ha enseñado a confiar en mi instinto.
Aprenderás a ser creativa para sacarte autoretratos.
No te queda otra si es que quieres tener al menos una buena imagen de tí en tu viaje. ¿Que menos que un mísero disparo de la cámara se reserve a hacerte lucir estupenda? Al principio cuentas con la buena voluntad de otras personas dispuestas a ayudarte. Pero te percatas que la buena voluntad no siempre es amiga de la pericia. Que si cabeza cortada, que si no sale el monumento del fondo, que si te corta los pies, que si te saca con cara de otra persona. En fin.
Una gran mayoría de las veces, contar con que otra persona te haga ESA foto, significa acumular un museo de los horrores sobre tí misma. Pero aun es peor cuando ni siquiera hay nadie que pueda ayudarte. Así que no queda otra que buscarte las vueltas. Y cuando no queda otra, suele aparecer-explosiva ella- la creatividad. Dejando el palito del selfie a un lado, de pronto, descubres el temporizador de la cámara o el móvil, ves posibles trípodes por todos lados: esas, piedras, ramas de árboles, cubos de basura, bancos callejeros…
Te terminas viniendo arriba, subiéndote a vallas, colgándote de ventanas, desarrollando la creatividad y la diversión contigo misma.
Finalmente, te haces una maestra y terminas sacando algunas fotos más codiciadas que el mes gratis de Netflix.
Terminarás divirtiéndote más de lo que jamás habías imaginado.
Lo creas o no, tu primer viaje en solitario será mucho más divertido que tus otros viajes. No tienes que rendir cuentas a nadie, ni seguir o acoplarte al ritmo de nadie, ni dar explicaciones por tus actos ni locuras. Primero, aprenderás a sobrevivir por tu cuenta y te das cuenta que hacerlo…¡es muy divertido! Sobrevivir es como jugar una Gymkana en vivo. Real.
Segundo, te digo que las fiestas más locas me las he pegado con gente desconocida. Sí, esos eran los tiempos en que yo era una «chica fiestera». Con gente desconocida puedes ser quien quieras ser, y eso es un auténtico privilegio. Y no hablo de que te hagas pasar por el hijo de un jeque de Marbella, sino que te dejes llevar por tus deseos. Total, nadie va a juzgarte, así que no lo hagas tu mismo.
Mantén la mente abierta, sonríe y sé feliz , pero feliz en serio. Vuela.
Harás nuevos amigos aunque seas introvertida y aunque no quieras.
Si eres extrovertida, entonces probablemente harás amigos incluso antes de que despegue tu avión. Es más, cuando llegues a tu destino, ya habrás formado un pequeño grupo en el avión y compartirás tu taxi con ellos. ¿ Que apuestas? Antes de que te des cuenta, terminarás hospedandote en el mismo albergue y haréis una cena comunitaria.
A los introvertidos les cuesta un poco más, y quizás sea más coherente con el espíritu que mueve el viajar solo. Yo soy extrovertida, pero adoro mi propia compañía, y en muchas ocasiones me he hecho la que no se entera por no querer entablar conversación con nadie. Y sí, exactamente, me he tenido que conscientemente apartar y parecer inaccesible, ya que de cualquier manera, cuando viajas sola…nunca estás sola completamente. Sólo si tu lo elijes.
Pero de pronto, un día, conoces a alguien realmente singular y diferente, con quien no puedes parar de hablar en un tono y de unos temas, que quizás no puedas tratar ni con tus mejores amigos de origen. Cusndo viajas acompañado, es raro que estos encuentros se den. Esas amistades del camino, permanecerán siempre en tu recuerdo, como breves y bellas estrellas fugaces.
Quien avisa no es traidor: viajar te hará adicta.
¿Alguna vez has conocido a alguien que viajó solo una vez y nunca más? Yo tampoco.
No hay más preguntas señoría.
Viajar sola es como una droga, como una maldición, pero buena. Te traerá tanta felicidad, tanto conocimiento y tantas herramientas ganadas que te dejará inevitablemente con ganas de más. Viajar es una droga, y como toda sustancia adictiva, requiere de ir subiendo la dosis periódicamente. Pero te digo algo, de tener que engancharse a una droga, viajar en solitario es la mejor de todas ellas, sin duda.