Berlin, nacimiento, bautizo y primer viaje.

Se me ocurrió al regresar a España que, para contrarestrar esa asfixia que muchas veces me produce la mentalidad y el funcionamiento de mi país, tenia que tener una herramienta que me permitiese escapar. Como las drogas ilegales ya no son una opción- las legales mucho menos, nunca lo fueron-, y en este momento de mi vida no es opción viajar a lo largo y sin fecha de retorno, pues me pillé una moto. Las motos tienen indiscutiblememte una pátina de libertad inherente: son más individuales que grupales, es un espacio abierto al aire y tienen un tamaño como para colarse en recovecos al que un coche no llega. Libertad gente, ¡libertad!.

Como mi gusto estético no es común-ni pop-ni mainstream, andé bastante tiempo buscando modelos de marcas menos conocidas, pero mil veces más bonitos. Por fortuna, hay un revival de cierta estética vintage que no me lo ha puesto difícil del todo. Se nota, se siente, lo retro está presente. Me tiré como 5 semanas esperando un modelo «Mash» que nunca llegó, porque en lugar de vivir en Granada (España), parece que esté a veces en la base de McMurdo, Antártida. Sevilla mismamente es como Manhattan en comparación, así que esta es la medida. De buen tiempo, olor a jazmín, tapitas y tintos de verano…no digo ná.
La cuestión, es que harta de esperar, decidí cambiar de modelo por una que ya se encontraba en la capital nazarí dispuesta a su retirada. Y como siempre creo que todo pasa por algo, que «todo lo que viene conviene», pues terminé agenciándose una Hanwey de 125cc coreana -del sur como yo, se sobreentiende-, más bonica y elegante que ná.  Entonces llegó la elección del nombre, que yo sabía que sería un momento de inspiración como me ha pasado siempre a lo largo de mi vida con los bautizos de todos mis proyectos:  Scartissue, Berlin con Son, Viajad Viajad Malditos, Eidan Eel, Super Genau y Reir por no follar.

Moto-berlin-granadaHice una encuesta entre mis amigos y seguidores de mi grupo en facebook, en el que se propusieron un montón de nombres buenísimos. Además de buenas gentes, son muy creativ@s. Mi amiga Maribel, ojito izquierdo, gran compañia y artífice del mejor invento del año : el grupo de Wassap de las niñas, propuso un gran nombre que usaré en momentos de engorile: Ton. Sin Ton ni Son…No me digáis que no es genial! Sé que anda mosca porque no resultó elegido, pero ella también sabe que sabré recompensarla. De hecho lo recompensaré tan a lo grande -porque yo tengo mesura sólo para cosas muy selectas- que acabará dándome las gracias por no haber llamado Ton a la niña, y encima me invitará a unas gambas de Garrucha en Almería. Y esto, ella…¡lo sabe!.

Erna, desde Reykjavik sugirió Saga, gran nombre y concepto islandés que hace referencia a las grandes obras literarias, donde se cuentan sobre las grandes «sagas» de la isla…un icono en Islandia. No sin mi saga!. Esa fue mi segunda elección, y de hecho algún día, de vez en cuando, la llamaré Saga. Su segunda propuesta fue «Eyjafjallajökull», aquel volcán islandés que paralizó medio planeta tierra y su tráfico aéreo, y que ningún telediarion fuera de islandia se atrevió nunca a pronunciar. Por suerte tenemos a este vikingo tan majo que te enseña cómo muy amorosamente. Pronunciando esto, eres Dios. Bueno, más bien eres Thor. Mi compañera Leonor votó por Drogo, ya que sabe de la afición a Game of Thrones. No era mala opción pero la competencia estaba difícil. El sector más castizo y folklorico propuso Amparo, Lola, Paca….Pero tendría que vestir la moto con unos volantes y en lugar de claxon ponerle castañuelas para que adquiera, aunque fuese minimamente, un aire español. No, no lo tiene de ninguna manera. No eran opciones.

Y ahí andaba yo con los resultados- Ton a la cabeza- y la presión de la people…cuando, de pronto la palabra, el nombre, el sonido, la inspiración: Berlin, se me vino a la mente, giré la cabeza hacia donde estaba mi moto aparcada y supe que allí estaba su nombre.  Nos empeñamos en elegir los nombres de los hijos, de los proyectos, de las cosas…sin darnos cuenta que, en realidad, son los nombres los que nos eligen a nosotros. Por eso luego pasa que unos padres se emperran en la herencia de los nombres, y luego dejan a  cada persona con caras de llamarse de otra manera que no veas.  Hay gente que tiene la cara de otros. Fijaos.
Tengo un amigo que se llama Juan Pablo, como su padre, como su abuelo y como su bisabuelo. No estudió medicina como todos ellos, porque tuvo el buen tino de mandar a su padre a la porra un tiempo, y decidir vivir su propia vida. Eso sí, el nombre que nunca le pegó  no hizo por cambiarlo, así que tiene que aguantar,  que se le siga llamando por su mote
: el chinchilla. Larga historia.  Lo que está claro es que la elección apresurada y obligada de este nombre que perpetua su linaje, no le hizo ningún favor.  Esperen que los nombres venga.
Así que…Berlin…Berlin…Berlin.  Más lo repetía, más la miraba…más el nombre ya se pegaba a su asiento y manillar. Decidido: Berlin. Además de su sonido, es indudable que lo que me evoca me llena de cariño, nostalgia a veces y muy buen rollo. Berlin es parte de mí, no sería la misma persona si nunca hubiese pasado por allí….sin su lección fundamental de vida. Berlin no es una ciudad, ni siquiera es una fiesta como muchos piensan…Berlin es una gigante Universidad. Mi master de vida.  Ahora, cuando monto a Berlin, y la pienso Berlin, y la llamo Berlin, todo tiene mucho sentido y de alguna manera que no puedo explicar objetivamente, me siento más acompañada.

Bien, pues lo primero que hice con Berlin fue irme a Sevilla. Aunque para probarla un poco, el día anterior me subí a Sierra nevada, que es otra historia que tendré que contar, porque recorrer una estación de esquí, cuando no hay ni gente, ni nieves ni esquí…y es más un conjunto de hoteles tipo «El Resplandor» de los que pueden salir perfectamente muchos Jacks gritando -«Honey, im in Home-«, es cuanto menos inquietante.  Eso sí, de ese día os dejo el video del gran Manué, un artista. Un crack!

Menos mal que no suelo esperar nunca el beneplácito, y mucho menos el entusiasmo positivo y libre de miedos y paranoias de nadie, ya que si me tengo que guiar por eso no la hubiese sacado del garaje. El mundo es un territorio plagado de miedos y robasueños. Desde el tipo de la tienda que me dijo que era el momento del rodaje, que no podría pasar de 70 km/h y debia parar mucho, mucho, mucho…etc…que no entendía aunque yo le explicase mi pasión por el Slow travel, por parar cada 2×3 para hacer foto, y que me gustaba más la lentitud que la velocidad,  etc…me miraba extraño. Cuando le conté la historia de Santiago Guillen y Antonio Veciana,  catalanes aventureros, que en el año 63 dieron la vuelta al mundo en Vespa, me miraba ya con ganas de retirarme el seguro directamente. Y bueno…algunas caritas más de susto por ahi…las cuales no me alarmaron en absoluto. Así que sin más dilaciones, tracé mi ruta fuera de autovías, hice mi calculo de km para ir parando y me puse en ruta. Qué vivo está Machado siempre con su famoso…»Caminante no hay camino, se hace camino al andar». Unos versos tan familiares para todos- lo podemos repetir como papagallos al igual que el padrenuestro, pero tan escasos de significado real para la mayoría. Y eso que el despacito, suave suave CITO intenta dejarlo claro,  a la manera de la antigua propaganda- o sea, machacando sin descanso-, pero nada, que a la gente le gusta la velocidad. Ha sido un viaje por Andalucía interior maravilloso, un pasito más para mi reconexión con mis raíces. Un inmenso olor a pino, olivos incapaces ni de darse sombra a ellos mismos, la tierra extendida en colores pardos, verdes y ocres, el toro de Osborne parado en las colinas, mosquitos, cortijos solitarios, pueblos inertes como si durmiesen una siesta eterna, viento caliente, sol, sol, sol.

Moto-berlin-andalucia-Berlin y Andalucia.

Y llegué con mi Berlin a Sevilla sin ningún tipo de percance. La quemadura que ahora llevo en el tobillo derecho por el tubo de escape, me la causó un wassap que me sentó fatal y me hizo bajarme por el lado equivocado, así que mi Berlin no tiene la culpa de nada. Y allí, en Sevilla estuvimos por una semana un tanto surrealista y bastante intensa. Berlin rompiendo la pana por donde iba, porque es bonita de verdad, aunque pasando mucho calor. Sevilla pasó de ser fascinante a ser fulminante, así que en cuanto hice allí todo lo que debía, vi a quien tenía que ver y a quien me quiso ver, cogí a Berlin y nos volvimos a casa. No puedo dejar aquí de hacer una mención a un amor pequeño que tengo en Sevilla y que me regala minutos de vida. Su madre también , como muchas de mis niñas, pero es que Currito…

Currito-sevillaLa odisea de ida y vuelta, que es el auténtico viaje, lo dejo para una próxima entrada, ya que intuyo que me estiraré demasiado. Solo adelanto que la Plaza de Toros de Osuna- escenario de juego de tronos- no pudo resistirse a los encantos  ni al poder disuasorio de mi Berlin… Hasta aquí puedo leer.

Un abrazo y buen fin de semana!
Son.

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