Hace unos años, mi amigo Adría, entonces «ocho cuervos»…..(Cueeeeerrrvoooo ;)), nos lanzó a unos pocos la idea de participar en una recopilación de cuentos sobre Barcelona en la que estaba pensando. Decir que cuendo lo conocí, yo tenia la tienda de libros y «cositas» de arte Super Genau en Berlín, y allí vendía sus libros: ilustraciones bellisimas e inquietantes con sus propios textos. Hoy día, Adri se ha convertido en un super tatuador, fino fino como sólo un cuervo- excuervo- elgante puede serlo. Cuando recibí esta propuesta, dije que sí la primera primerísima. Bajo el nombre » Desde el rincón más gris de mi ciudad», mi aportación fue esta.
Yo con gorro ruso y jersey triple en el frío berlinés.
Ilustración de Adriá de Izaguirre
«Habíamos llegado entre besos y tropiezos tontos de piernas en cada esquina, hasta el Tibidabo. Allí , cerca de la parada del funicular, pero inmersas entre los pocos árboles que se puedan encontrar en Barcelona, vimos un pequeño jardín rodeado de un muro no muy alto, perfecto para terminar un día “hight full in love”.
Me situé en el borde del murillo y salté, y caí. Caí mal.
Lo noté en la rodilla y expandiéndose como una lanza de fuego por todas mis extremidades. Como la batería de Shellac con un doloroso final apoteósico…In a minute!
Justo en aquel rincón gris- 90% de gris según la escala de grises universal- perdí muchas cosas al instante, seguidas de muchas otras, que justo allí iniciaron su lento camino de retorno al negro más absoluto.
Perdí, paulatinamente, la capacidad de sentir en modo sublime. Deje de escribir poesía.
Tres años después, la rehabilitación de aquella operación de rodilla, estaba muy lejos en el pasado. Ella apareció y desapareció a intervalos, con ese estilo único de “hacerse la sueca” que solo tienen las suecas, hasta desaparecer devorada por la niebla de Göteborg.
En mi nueva ciudad – una broma de buen gusto-, verde y blanca, aun a veces sentía que una parte de mi misma cojeaba, y un temblor, como un tick nervioso se me apoderaba de la pierna en momentos de duda.
Desde aquel rincón de Barcelona hasta Kreuzberg hoy día, aprendí varias cosas: que hasta la afinidad tiene un límite, que no me gusta quedar, sino coincidir, y que Dios definitivamente no debe de existir, ya que sino tendría facebook.»
Sonsoles Lozano.