Lucecitas.

Paseando por Tres Ríos, en la provincia de Cartago de Costa Rica- apodada Mordor por su espesa niebla- conozco a Doña Rosa, una señora local viejita, morena, cuyos pliegues y arrugas de la cara pareciera un relieve milenario. Sencilla, como es habitual en las gentes de estas tierras, comenzamos hablando de aguacates, pescado, el clima, la herencia española, hasta terminar recordando lo feliz de tiempos pasados, de cuando el mundo aún no había cogido la velocidad de un agujero negro enloquecido.

– Antes de todos estos nuevos inventos de ahorita, lo único que había que ver era el volcán. Yo todavía me siento a mirar las lucecitas de cuando en cuando. Es lo que más me entretiene, aparte de cocinar tamales para mis nietos- comentó de repente Doña Rosa.

Me quedo un tanto extrañada con ese comentario, hay algo que se me escapa…¿lucecitas?.

Paseo mi mirada alrededor, en un giro completo de 360 º, como buscando la respuesta en el aire y paisaje circundante. Lo que percibo de pronto es que absolutamente todas las terrazas y porches, con sus hamacas, sofás y sillas se encuentran mirando al volcán Irazú. Ninguna de las casas le da la espalda. El volcán manda.

– Antes, como no había televisión, ni internet ese, no había otro entretenimiento- escucho decir a Doña Rosa a través del zumbido de mis pensamientos.

Está anocheciendo, y en el porche de al lado, un abuelo canoso se acerca a un sillón ayudado de un bastón, y allí se arropa las piernas con una manta, mientras se sume en una contemplación profunda del horizonte, nocturna compañía de sus días.

– A veces se acercan lucecitas, vuelan así pues, por arribita- hace gestos de dibujar figuras geométricas en el aire- y a veces hasta se meten bien adentro y no salen más nunca. O entran, y salen bien rapidito, pero bien rapidito, y se van volando para el cielo-

– ¿ Como así Doña Rosa?- le pregunto impresionada.

– Lucecitas pues, como estrellitas rápidas- me dice Rosa como si fuese lo más normal del mundo, con una calma y una seguridad que desmontaría a cualquier legión de conspiradores.

Y nos quedamos sintiendo sobre los hombros como llega la oscuridad y el Irazu comienza su nocturnidad.

Textos ©Sonsoles Lozano

Lucecitas_ de la serie Viajes.

 

 

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