Literatura de viajes. En la selva de Indochina con Pablo Neruda.

Hola viajer@s. Hoy quería compartir un pequeño extracto de las memorias del poeta chileno, Pablo Neruda: «Confieso que he vivido». Estas memorias constituyen uno de los libros sobre viajes más interesantes que he leído. Que se puede pedir viajar a Asia de la mano y la palabra de un poeta?. Sublimación al cuadrado.

He elegido especialmente este extracto porque describe una situación que seguro tod@s hemos pasado alguna vez: el miedo o la desconfianza en situaciones desconocidas, la seguridad de que algo va a acabar mal, y al final….Bueno, bueno, mejor leedlo y luego me dejáis un comentario con vuestra propia experiencia, seguro que vais a sentíos identificados. 😉

neruda

«El autobús salía de Penang y debía cruzar la selva y las aldeas de Indochina para llegar a Saigón. Nadie entendía mi idioma ni yo entendía el de nadie. Nos parábamos en recodos de la selva virgen, a lo largo del interminable camino, y descendían los viajeros, campesinos de extrañas vestiduras, taciturna dignidad y ojos oblicuos. Ya quedaban sólo tres o cuatro dentro del imperturbable carromato que chirriaba y amenazaba desintegrarse bajo la noche caliente.

De repente me sentí presa de pánico. ¿Dónde estaba? ¿Adonde iba? ¿Por qué pasaba esa noche larguísima entre desconocidos? Atravesábamos Laos y Camboya. Observé los rostros impenetrables de mis últimos compañeros de viaje. Iban con los ojos abiertos. Sus facciones me parecieron patibularias. Me hallaba, sin duda, entre típicos bandidos de un cuento oriental.

Se cambiaban miradas de inteligencia y me observaban de soslayo. En ese mismo momento el autobús se detuvo silenciosamente en plena selva. Escogí mi sitio para morir. No permitiría que me llevaran a ser sacrificado bajo aquellos árboles ignotos cuya sombra oscura ocultaba el cielo. Moriría allí, en un banco del desvencijado autobús, entre cestas de vegetales y jaulas de gallinas que eran lo único familiar dentro de aquel minuto terrible. Miré a mi alrededor, decidido a enfrentar la saña de mis verdugos, y advertí que también ellos habían desaparecido.

Esperé largo tiempo, solo, con el corazón acongojado por la oscuridad intensa de la noche extranjera. ¡Iba a morir sin que nadie lo supiera! ¡Tan lejos de mi pequeño país amado! ¡Tan separado de todos mis amores y de mis libros!

De pronto apareció una luz y otra luz. El camino se llenó de luces. Sonó un tambor; estallaron las notas estridentes de la música camboyana. Flautas, tamboriles y antorchas llenaron de claridades y sonidos el camino. Subió un hombre que me dijo en inglés:

—El autobús ha sufrido un desperfecto. Como será larga la espera, tal vez hasta el amanecer, y no hay aquí dónde dormir, los pasajeros han ido a buscar una troupe de músicos y bailarines para que usted se entretenga.

Durante horas, bajo aquellos árboles que ya no me amenazaban, presencié las maravillosas danzas rituales de una noble y antigua cultura y escuché hasta que salió el sol la deliciosa música que invadía el camino.

El poeta no puede temer del pueblo. Me pareció que la vida me hacía una advertencia y me enseñaba para siempre una lección: la lección del honor escondido, de la fraternidad que no conocemos, de la belleza que florece en la oscuridad.»

Como te has quedado? Yo, confieso que me hace vivir 🙂

Buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Sonsoles Lozano.

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