El Rocio Huelva en invierno_ Cuando el «far-west» descansa.

-Este año, la virgen tiene la carita triste.

-Sí.  ¡Anda que no se le nota!- confirmó la comadre de al lado

-¿Qué le pasará?

-Algo debe ser, porque ella no cambia así porque sí.

Diálogo entre comadres  frente a la Virgen del Rocío.



Este fue el último diálogo que escuché en la ermita del Rocío cuando era adolescente, hace ya como 25 años. Edad suficiente, como para que algo en mi interior se aflojara y supiera, que hablar así de una escultura, era raro. Pero en ese contexto, era muy normal, y sigue siéndolo.  Si quieren saber en que consiste, exacta y oficialmente la Romería del Rocio, lo mejor es que vayáis a ese enlace. Esta entrada no habla de un poblado tomado por un millón de personas, sino del mismo escenario totalmente vacío. Para resumir: es una romería-posiblemente la más multitudinaria del mundo- en devoción a la Virgen del Rocio-  reina de las marismas y blanca paloma también, todo a la vez- .  Lo tradicional es llegar andando y durmiendo «el camino» por las arenas de Doñana, para finalmente llegar a la aldea y pasarse unos días allí de cachondeo haciendo el indio, mientras se vende que es todo muy piadoso y devoto.

Desde pequeña hice el camino por las arenas, mi madre incluso se compró un coche especial para el Rocío: un Nissan Patrol que aun uso hoy día. Mi padre ponía su flota de camiones para llevar todo lo necesario desde la iglesia del «Corpus Christi» de mi pueblo, a la casa de hermandad: colchones, muebles, menaje de cocina, comida, ropas de cama, etc…
Tengo recuerdos claros, aunque dispersos en los años: recuerdo un año, que mi hermana se rebanó un dedo enterito con el cuchillo jamonero mientras cortaba lonchas para todo el mundo, recuerdo que me encantaba tocar el tambor, recuerdo cientos de bultos en la oscuridad de las marismas, follando en la noche justo enfrente de la ermita. Caballos tambaleantes por el cansacio y el anís- sí, he visto emborrachar caballos con anís en el Rocio-, almonteños embrutecidos, chulos repeinados con pinta de caciques borrachos y faltones. «Señoras de» cambiándose de bata rociera- no confundir con trajes de gitana-, cinco veces al día , en una exhibición casi pornográfica de su poderío, mostrándose descaradamente desde el zagúan de sus casa privadas.

Me lo he pasado muy bien en el Rocío de pequeña, me encanta saber de lo que hablo por haberlo experimentado, pero definitivamente el Rocio ya no es mi ambiente. No lo eché nunca de menos en estos años. Quedó en mis recuerdos de infancia como una experiencia peculiar y fascinante que desde el extranjero les contaba a mis queridos «guiritos». Les enseñaba el salto de la reja por Youtube. Tendríais que ver esas expresiones alemanas- tan ordenaditos ellos- mientras un amasijo de testosteronas saltaban una reja y un escultura sobre un trono se doblaba hasta casi caer al suelo. Bebés pasando de brazo en brazo, volando sobre la multitud, para rozar un varal de la virgen, promesa de una vida bendecida. Bueno, ¿para que seguir? Es el Rocío, y todo el mundo debería ir al menos una vez en su vida, tanto para creerse- y adorar- piedras que muestran su tristeza, como para darse cuenta de la triple moral que rodea prácticamente cualquier evento de corte religioso.

Tuve la oportunidad de volver este invierno a las arenas de sus calles, parte de un «fan trip» en la Reserva Natural de Doñana. Y, os digo…el Rocio en invierno ¡me encantó!. Me pasó como con la playa: que la prefiero en invierno y solitaria, que en verano y masificada. En cualquier caso, me enamoró sin la masa, sin la multitud que siempre parece ensuciarlo todo: desde el suelo al aire.

Estuve unas pocas horas, aunque me hubiese quedado una noche allí, a disfrutar de un paseo nocturno  frente a las marismas, a contemplar esa ermita en la soledad de la noche cual nave espacial en mitad de un territorio surrealista. El Rocío en invierno vacío es un shock, un poblado fantasma a medio camino entre el estilo «far west» americano, y el cortijerismo andaluz. Far-west/ Far-south.

De los portalones de sus «cortijos» cerrados, tanto podría aparecer Calamity Jane mascando tabaco, como Bernarda Alba echando pestes sobre Pepe el Romano. Y eso, es fascinante.

Estas son algunas imágenes de el Rocío Huelva en invierno , vacío, caleidoscópico, etéreo e inmortal.

¿Bernarda o Calamity?

Signo de vida.

 

La ermita.

  Eso sí, alguna tienda de souvenir hay abiertita.

 

Casa de hermandad de Coria

Como llegar al Rocio Huelva

En coche: Desde Huelva tomar la A-49 y luego la salida 50 dirección a la carretera autonómica A-483, a 11 km está Almonte y sobre la A-483 se encuentran tanto El Rocío como Matalascañas. Desde Sevilla tomar la A-49 y luego la salida 48 dirección A-483, el resto igual que desde Huelva.

En avión: Los aeropuertos más cercanos a la localidad son los de Sevilla-San Pablo (64 Km.), Jerez de la Frontera (146 Km.) y el de Faro (156 Km.), éste ya en Portugal. Teléfonos para obtener más información de horarios de vuelos, Sevilla-San Pablo (+34) 954449000; Jerez de la Frontera (+34) 956150000 y Faro (0351) 289800800 o www.aena.es.

En autobús: La empresa de transportes DAMAS comunica los 3 núcleos de población de Almonte con Huelva, Sevilla y otros municipios de la provincia. Información en (0034) 959256900 o www.damas-sa.es.

En tren: Las estaciones de RENFE más cercanas son las de La Palma del Condado (14 Km.), Huelva (45 Km.) y Sevilla (60 Km.).  www.renfe.es.

En carreta: Durante la romería, miles de carretas ocupan los caminos de Doñana, en dirección a la aldea. Busca el «sinpecao» de la casa de hermandad de tu pueblo o ciudad. Encarámate a una de sus carretas que irán en procesión, y a cantar y a bailar y a beber.

Sonsoles Lozano.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *