Cañon del Colca . Condor andino
Salimos de Chivay en un bus camino al Mirador del Condor, donde empezaríamos a caminar, en lugar de seguir hacia Cabanaconde. Antes de partir compramos en la misma estación de Chivay el ticket obligatorio para ingresar en el Cañón del Colca, este tiene un coste de 70 soles, bastante elevado en comparación con el nivel de vida del país. Esta fue la primera vez que empezamos a olernos que Perú y los peruanos se aprovechaban del turismo como buenamente podían… Y os aseguro que intentar hacerse el tonto y no comprarlo no lleva a ninguna parte, la vigilancia está muy bien organizada. 😉
Nati y yo en ruta, a comernos el cañón.
El bus cuesta 4 soles y circulaba por carreteras con precipicios y unas vistas espectaculares: una gran cantidad de huertos y plantíos en forma de terrazas que se derretían por las laderas del cañón. Al fondo muchos picos que al parecer eran volcanes. El bus estaba abarrotado: turistas con mayoría aplastante francesa, locales acostumbrados a ir de pie junto a los bultos que suelen transportar. Entre todos los pasajeros había un local que iba sentado, «encargado» de animar el viaje con un transistor cruzado a modo de bandolera, en el que no paraban de sonar huaynos ( waiño, en quechua) encadenados, unos tras otros, sin descanso ni tregua. El waiño consiste en una musiquita taladrante, tan solo tolerable en grandes cantidades por aquellos humanos capaces de soportar un recital de gaitas. En el waiño tanto las voces femeninas como masculinas, parecen femeninas, ya que son tremendamente agudas. El waiño además tiene otra característica: es un medio de promoción de las regiones, de los equipos, de los colegios, y de los mismos cantantes, etc… Intercalándose con la música y letra de turno, se coge el micrófono para gritar como si de la venta de verduras en el mercado se tratase: «Dessssde la capitaaaaaal de la amistaaaaad internaciooooonaaaaal, Guaraz, la muy nobleeeeee y temeroooooosaaaa ciudad, llega nueeeevamenteeeeee la consagrada Lizeth Lazaroooooo!!
Si no os queda claro de lo que estoy hablando, no hay más que clicar en este enlace (Waiño o Huayno) y a empacharse de folklore se ha dicho. 🙂
Así que con estas bellas melodías llegamos al mirador. Nos dijeron que entre las 7 y las 10 de la mañana había mas posibilidades de ver cóndores planeando…porque eso es lo que hacen: planear como si de ala deltas se tratara, un espectáculo bellísimo.
La comunidad indígena de la zona tenían allí sus puestos de artesanía, así como otros donde poder comer algo. Tomamos un café, dos bollitos con aguacate y queso…y nos pusimos a buscar cóndores.
Una cruz nunca puede faltar salpicando el paisaje.
También le compramos a esta doña otro puñadito de hojas de coca de su propia cosecha, con las que seguir combatiendo la fatiga y la altura.
El cóndor andino: Amor y muerte.
Quizá una de las historias más bellas sobre animales la he escuchado aquí, sobre los cóndores. Al parecer los cóndores andinos pueden llegar a vivir hasta 80 años, cuando se enamoran son fieles a su pareja durante toda su vida, pudiendo permanecer juntos una media de 70 años. El día que uno de los dos miembros muere, la otra mitad parece perder el sentido de su propia existencia, asciende hasta los 7.000 metros de altitud y se deja morir en una cueva, o bien precipitándose en picado hasta estrellarse contra el suelo. Un suicidio por amor en toda regla. Lo dicho, una historia bella, por triste y por romántica.
Tendemos a pensar que los animales son promiscuos ya que el sexo se limita a la reproducción, porque carecen de sentimientos. Siempre he pensado que tales afirmaciones eran patrañas de la religión católica imperante para reafirmar sus ideas sobre el matrimonio y el amor- también lo hacen respecto a la homosexualidad-. Bien, deberíamos de empezar a patrocinar el amor de los cóndores como justificación del amor universal.
Esperando ver algún cóndor…mientras me hago la guía que es lo mío 😉
Nati prefiere directamente intentar volar…
Un auténtico de la vida en pura contemplación.
Una vez visto algunos cóndores, seguimos nuestra ruta ya a pie. Nos propusimos llegar hasta San Juan de Chucho en esta primera etapa, donde al parecer se podía encontrar algún alojamiento donde dormir. Seguimos la carretera durante unas 3 horas hasta llegar cerca de Cabanaconde, aunque no tuvimos porque desviarnos hasta allí. Hay veces que yendo a contracorriente una acierta y da con el tesoro….bien, este no fue el caso: nos arrepentimos de «perder» estas 3 horas andando por carretera asfaltada en la que no encontramos ni vimos nada, que no veríamos luego multiplicado por infinito. Así que consejo: tomen el bus desde Chivay hasta Cabanaconde, y dejen el mirador del cóndor para la vuelta, no se peguen este pateo innecesario.
Aún así:
Nos cruzamos a esta doña andando sola que nos preguntó si quedaba mucho. Kilómetros más adelante nos encontramos a un hombre solo que nos preguntó, bastante contrariado, si nos habíamos cruzado a una mujer…y que donde estaba…
Todo estaba salpicado de plantíos y huertos. Natalia que es una experto en estos temas me fue diciendo que crecía en cada uno y explicándome el sistema de barbecho.
Nos cansaríamos de ver por doquier estas cruces hechas de ramas de cereales, telas adornadas y la cara de Jesucristo ahí dentro «aticoná». ¡Que sensación de asfixia!
Aun estábamos en la parte alta del cañón. Desde este mirador intentábamos descubrir el camino por el que empezar a bajar. Aquí Natalia en contemplación.
Cancha de fútbol entre volcanes que parecen montañas.
«Cabanaconde, tierra del maíz cabanita y cuna de la princesa Juanita»
Antes de comenzar el descenso que me destrozaría los gemelos, quisiera hacer un parón para contarles la historia de la princesa Inca Juanita y como ha terminado siendo una de las momias más populares de Latinoamérica, gracias a su magnifica conservación.
Se cree que Juanita fue una princesa inca, sacrificada en el clásico ritual «capac ccha» a la edad de 14 años. En este ritual, que significa «obligación real» los incas sacrificaban niños en honor de sus dioses: las montañas. Si…los incas eran grandes ingenieros y los trabajos en piedra que han permanecido son para quitarse el sombrero, pero en otras cuestiones eran bestias y salvajes como cualquier español llegado de Extremadura en el S. XVI.
Así que a la pobre Juanita, al parecer bellísima y con un cuerpazo, le pegaron un golpe de macana en el cráneo y la despeñaron cañón abajo sin muchas lágrimas. Hubo que esperar hasta 1995, cuando el arqueólogo Johan Reinhard paseando por el Ampato se encontró un bulto y descubrió la momia mejor conservada nunca. Hoy en día Juanita se encuentra en el Museo Santuario de Altura del Sur Andino de la Universidad Católica, Arequipa. Entrada a precio de oro.
Y llegamos al Mirador de San Miguel, donde comenzaba la gran bajada de cerca de 4000 mtr, que se dice pronto.
Una caminata de 3 horas descendiendo por este tipo de caminos, lo que te obliga a confiar 100% en el freno que son los dedos de tus pies.
Por fin llegué al río, a la parte más profunda. Esas dos figuras que se ven sentadas a la entrada del puente son Natalia y Domitila haciendo «business» . Domi que llevaba viéndonos bajar un buen rato desde su casa, salió a nuestro encuentro para hospedarnos.
Cruzando el puente con Domitila.
Comenzamos a subir de nuevo el último tramo hasta nuestro hogar. Me sorprendió que de pronto nos internásemos en una especie de bosque fresco, rodeado de huertos y sombra. Un vergel en mitad del desierto.
Por el camino nuestra anfitriona nos explicó algunas curiosidades, como la del tinte rojo que dan las «cochinilla». Este tinte era usado para teñir las ropas desde hace más de 2000 años, y su uso ya era conocido también por la cultura azteca en México. Su valor económico era tremendamente alto hasta la aparición de los tintes sintéticos, cuando el negocio se les fue a tomar viento. En fin, que esta pobre gente perdió unos ingresos importantes con la modernidad, aunque ahora se están resarciendo con creces lidiando con el turismo.
Las cochinillas del carmín se reproducen en las hojas del nopal.
Se recogen separándolas de la hoja…
Y al explotarlas, supuran este poderoso color carmín.
Y por fin llegamos a San Juan de Chucho, que básicamente consiste en tres familias que se dedican a lo mismo: acoger turistas. La nuestra, la de la familia de Domi, se llamaba Posada Roy. Hay agua caliente, pero no hay electricidad, así que una vez que cae la noche hay que andar alumbrándose con velas. No tendría sentido de otra manera en el lugar en que nos encontramos. La inmensidad de lo que nos rodeaba y esa oscuridad impuesta no podía ser mejor combinación. Sensaciones para vivir, y de vivir. Además de que si vais en pareja, la cena va a ser de lo más romántica. 😉
Os muestro el sitio hermoso que la familia, con sus propios medios ha construido. Sitio recomendadísimo.
La familia de Roy y Domitila funciona como una piña, de esas piñas que dan envidia sana. se nota que se quieren y que de alguna manera están en paz…son percepciones que no se pueden explicar, pero así de convencida estoy. La hija mayor vive en Alemania, y los que vienen atrás son motivados por Domitila para que estudien y sobre todo se esmeren en aprender idiomas, de forma que han ideado una especie de sistema, para aquel aventurero que decida quedarse una temporada por allí. En un principio ningún turista puede permanecer en el cañón mas de 2 semanas que es lo que te permite el ticket de entrada, pero si ese fuese el deseo, Domi mueve fichas para alojarlo gratuitamente a cambio de clases para sus hijos. Todos se quieren dedicar a ser guías del cañón y ayudar en Posada Roy, así que el cambio es perfecto.
Y para ir terminando quiero presentaros a la pequeña de la casa: Mayte.
Mayte al principio, un poco tímida.
A los 5 min, Mayte ya estaba fascinada con el teléfono de Natalia, donde podía verse a ella misma.
Pero lo que realmente le gustó a Mayte fue el momento de la cosmética. Dele un protector labial y un bote de crema y ella no necesita nada más. 🙂
Esa noche dormí como hacía tiempo, silencio total sepultada bajo multitud de capas de mantas bajo las que no puedes moverte de lo que pesan, pero muy calentitas, eso sí. Natalia y yo le llamábamos «dormir a lo Juanita», porque te sentías como una momia. Morí aplastada de peso y de cansancio, agradeciendo estar en aquel lugar.
Tras el desayuno nos pusimos en marcha procurando no olvidar las indicaciones del camino que Domitila nos había dado. Nuestra próxima parada era el Oasis de Sangalle.
* Algunas fotos son sacadas con el ojo maestro de Natalia Martinez 😉
Datos de interés:
Ingreso en el Cañón: 70 soles para europeos.
Transporte:
Bus Chivay_ Cabanaconde. 3 hr, 4 soles. ( Nosotras nos bajamos antes, en el Mirador del Condor)
Cabanaconde_ san Juan de Chucho: Tus piernas, gratis. 3 hr de descenso.
Alojamiento: En San Juan de Chucho_ Posada Roy. 3o soles la habitación doble con baño privado.
Comida: Tienes que negociar con Domitila si la comida se incluye en el precio o si no. El desayuno se paga aparte si lo quisierais. Preparaos a comer sopa de quinoa todo el tiempo.
* Llevar agua en abundancia. No solo consumireis mucha en el camino, sino que si la pensais comprar en el valle os saldrá a precio de oro.