Viene de San Blas Panama . Kuna Yala_ Extremos. (III)
Esa mañana en San Blas Panama amaneció con el cielo cubierto. El mar andaba juguetón, revuelto, y en la barca me estaba empapando enterita. De hecho, me empapé a más no poder. Pero eso sí, al ir alenjádonos de Carti, mi ojo comenzó de nuevo a captar imágenes tan bellas y simples como esta. Comencé a animarme de nuevo.
Me bajé en Isla Aguja, que aunque al principio no me gustó demasiado por encontrarla demasiado turística (con mostrador de entrada, con paquetes por días y comida incluida, alquiler de tiendas, hamacas, etc..) no me imaginaba la experiencia tan bonita que estaba por vivir.
Alquilé esta cabaña dos días a unos 30 dólares cada noche. Al principio la isla estaba casi desierta, así que me sentí un poco Robinson Crusoe. No me importaría quedarme aquí tirada un tiempo… Si me instalan internet ni me lo pienso. 😉
» Me he despertado casi a las diez
y me he quedado en la cama
más de tres cuartos de hora,
y ha merecido la pena.
Ha entrado el sol por la ventana,
y han brillado en el aire
algunas motas de polvo.
He salido a la ventana
y hacía una estupenda mañana»
Los planetas
Ya de camino al «surba» (sigan apuntando nuevas palabras kunas) no tengo más remedio que sacar la cámara; así, a legaña pelá.
Alquiler de canoa….vamos que estaba montada la cosa a lo fino en esta isla.
En contraste a esta «area de turismo», en la parte oeste de la isla vivía la familia más tradicional: las mujeres cosiendo encorvadas sobre sus molas, los niños comiendo tulemasi, la siesta en las hamacas dentro de la cabaña de paja…
Tras el desayuno, tenía muchas ganas de contactar con esta gente del planeta mundo.
En el bar me marqué un : «Gabi go pié» ( recuerden, quiero un café) que hizo a las camareras voltearse y sonreirme a boca llena. De pronto ya querían enseñarme de golpe un montón de nuevas palabras, que si repítelo, que si dile a esa otra no se qué, etc…Y así empieza el juego de la integración, con sonrisas y buena voluntad.
En fín, la llave de oro, las palabras mágicas, la puerta que se abre, el clic que todos estábamos esperando.
En un rato Gertru y Francisca me enseñaban sus molas que también tenían expuestas y me dejaban que les tomara una foto. Conociendo la reticencia que suelen tener, me sentí muy contenta.
Y entonces me acerqué a la cabaña y divisé estas tres cositas hermanos que me enamoraron, (de hecho fue mutuo) desde el primer momento.
El de la camiseta amarilla se llama Isaar, pero para mi siempre será «el monito». No recuerdo en que momento se me agarró y se me abrazaba cual Amedio a Marco, que ya no me soltó hasta que me fui.
Los niños, como ciertas palabras, son llaves que abren puertas. Y al poco rato salió su abuela porque teníamos un jaleo bastante grande jugando con una pelota inflable de Nivea que yo llevaba en la mochila.
La saludé: – deguité-, me sonrió. le pregunté: Igibe nuga?, ¿como te llamas?-. Ner, me respondió.
El monito me quitó travieso el teléfono y estaba fascinado con la pantalla deslizante, quería tomar fotos, y su abuela quiso estar en el cuadro.
Foto tomada por Isaar, mientras su hermana me tira del pelo y su abuela se parte de la risa. Me empezaba a sentir realmente bien.
Decidí que los niños de los gunas no se pueden llamar mas que «Los Goonies». 🙂
La mamá de Ivone vivía en Panama city y era profesora. Era una de las cabezas importantes del negocio familiar y me terminó contando cositas sobre como se lo montan en cada isla.
Primero me hizo saber que en las leyes kunas no existe la propiedad privada, que las islas son repartidas equitativamente entre todas las familias, y que cada una de ellas puede ser autogestionada como quieran. Está prohibido que una persona que no sea de raza kuna compre, alquile o habite permanentemente en el territorio.
En el caso de Isla Aguja, la familia era muy grande, así que se iban rotando para el cuidado y manejo durante todo el año, pero los cabezas principales controlaban el cotarro, y ese fin de semana estaban todos allí.
Ivonne con su mamá, una de las «jefas»
Fermina, junto con la abuela, es con la que más tiempo pasé, hablando y riendo. De hecho os voy a contar la siguiente anécdota que os dará la medida sobre el sentido del humor de las mujeres kuna.
Aquí (foto de abajo) tan seria como la veis, – porque realmente lo de las fotos como que no les va nada de nada-, me hizo reír muchísimo, con su humor particular.
Estábamos hablando mientras cosía en el puestito de las molas, y se acercó un gringo preguntándole que como se decía «I love you» en kuna. Y ella, igual de seria que en la foto le contesta: – An omeguit-.
Yo que creí entender lo que quería decir. -Soy homosexual-, me empecé a reír para adentro.
Y el gringo se va al bar y empieza decirle a las chicas, muy eufórico él: -An omeguit, an omeguit-.
Imaginaos las risas de media isla y el gringo sin entender que estaba gritando su salida del armario en el mar Caribe.
Ese es el humor de las mujeres kunas. ¡Fermina forever!. Sin duda esta es mi mejor anécdota en mi viaje a San Blas Panama
Los hombres visten ropa occidental, mientras son ellas en todos los sentidos las que siguen manteniendo las tradiciones. También me llamó la atención que los niños no saben hablar kuna, solo las niñas.
Fermina me regaló y me colocó una muñequera que conservo conmigo con un montón de cariño. Esos objetos que los vuelves a coger en la mano, y solo manoseandolos te vuelven a transportar momentáneamente al mundo parecieran agujeros en el tiempo y ventanas a la memoria.
«Tobilleras de chaquiras», que junto al tejido de las molas son lo mas característico de su outfit.
A la tarde, la isla empezó a llenarse. Era viernes y comenzaban a descargar «coolers» de las lanchas que llegaban a la isla desde la costa.
La cooler es un elemento inseparable de la idiosincrasia panameña, y es lo que viene a ser la nevera/playa de toda la vida. El panameño tampoco se caracteriza por ser silencioso, más bien todo lo contrario, así que poco a poco la isla fue perdiendo su paz y serenidad, que no su belleza.
La verdad, prefería estar en la cabaña con mis goonies que estaban encantados a jugar que me caía de la hamaca. Me hacía la dormida, me iba girando lentamente hacia un costado, y ya los escuchaba reírse nerviosos, hasta que me despertaba de golpe y los asustaba. Y más se reían!
Y así pasaban las horas hasta que nos quedamos efectivamente dormidos. Me desperté en mitad de la noche, tenía al monito abrazado, pero tuve que sacar el teléfono y tomar esta fotografía.
Esta otra mujer apenas hablaba y cosía y cosía sin parar, día y noche, con el cuello curvado en un arco perfecto hacía la mola que sostiene entre la manos.
Cuando me desperté tenía la espalda rota, pero el corazón contento por la acogida y el cariño que estaba recibiendo de aquellas personas. Tomé un café y empecé a hacer la mochila, por desgracia tenía que irme esa misma mañana, para llegar a tiempo a Panamá City. Me hubiera quedado un tiempo más, esa cultura me tenía fascinada, pero todo tiene un final.
Isaar cogió un berrinche y se negó a ir al embarcadero. La abuela se quedó con él en la cabaña, pero cuando me despedía me dijo: – Si vas a volver solo tienes que escribir «Sia sepú daani»-, ( transcribo como suena). Significa «la sobrina blanca vuelve».
Por momentos así, por momentos de compartir nuestros patrones culturales y ver que se entienden y se disfrutan entre ellos, -como dos ojos cuyas pupilas se encuentran y no puden dejar de mirarse-, es que una se da cuenta que viaja, que esa locura- la búsqueda del mundo- tiene sentido. Estamos malditos por ser adictos justamente a situaciones como esta, donde el mutuo entendimiento, sin politizaciones ni prejuicios ni discursos construidos malintencionados se muestra en su máxima humanidad y simpleza. El universo se acerca susurrando respuestas, la naturaleza cobra un sentido original, y la vida- como la muerte- da permiso para ser vivida.
Me emocioné un montón y me quedé como una gelatina.
Me despidieron en la puerta parte de los jefes, muy simpáticos todos y embarqué de vuelta. ( Nótese a la izquierda dos «coolers», señal de que aquello se estaba petando de panameños).
Kuna Yala es uno de esos sitios que si arrascas bajo la capa de las langostas, cocos, palmeras y aguas cristalinas, encuentras todo un mundo, encarnado por la cultura kuna, de lo más interesante.
Tuve la suerte de tener una experiencia cercana con ellos en poco tiempo que nunca olvidaré, y ahora que tengo mi nombre Kuna y soy Sia Sepú, tendré que volver algún día. Es promesa.
Datos de interés en San Blas Panama
Duración: entre Panama city y Kuna Yala, 3 hr. en coche.
Precio: Lo que me ofrecían eran unos 80 $, que incluye el coche de ida y vuelta de Panama a Kuna Yala, el arancel de entrada, y algo de un impuesto de gasolina. Transporte en lancha aparte, que de hecho suele salir lo mas caro.
Pero…siempre hablando con la gente, y sin miedo al regateo, se puede conseguir que por unos 50$ además de todo eso, te lleven en lancha.
Si quieres que te pase mi contacto directo, escríbeme.
La entrada a cada isla se paga de manera individual: 1$
Alojamiento: 5 $ por acampar, 15/ 30 $ cabañas. Normalmente incluyendo todas las instalaciones que hay en cada isla.
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Buenos días, buenas tardes, buenas noches.
Son.