Viví en Berlín 8 años largos, tiempo suficiente para que ciertas costumbres, filosofías de vida y estructuras de pensamiento hayan calado en mí, hasta convertirme en un híbrido extraño que ni soy de aquí, ni soy de allí…ni falta que hace ser exclusivamente de ningún sitio. Es un corsé, una limitación del pensamiento y la personalidad que no la quiero para mí, aunque no negaré que a veces, esta disociación y el sentirme «fuera de lugar» me toca las narices . Mi vida en Berlin fue la leche, un master paralelo, pero por todo hay que pagar un precio.
Es cierto que ya han pasado un par de añitos desde que decidí volverme a España a vivir, y que ciertas sensaciones y extrañezas que me pasaban al principio, ahora son cada vez menos acusadas, ya que todo se va diluyendo con el tiempo. Algunas de las cuestiones de las que hablo más abajo, ya apenas las noto, y de nuevo esta cultura española – de todas las España que existen-me absorvió; o quizás simplemente claudiqué y pasé de luchar más. Me rendí.
¿Que me niego a darle un valor, más allá del puramente cultural, al mollete de Antequera?. Pues así es. Vengo del país donde existen los mejores panes del mundo…¿ Que quieres que te diga?. Pues ahora te digo, dos años después, que si hay que comer mollete cada día, pues se come mollete cada día y aquí no ha pasado nada. No la vamos a liar por eso. Pero hay otras cuestiones que no, que se quedaron incrustadas en mi persona para siempre jamás -y bien que hacen-. Y sí…algunas cuestiones hay que seguir luchándolas hasta el final, como el ecologismo y la destrucción de etiquetas, porque..«Noblesse oblige». 😉
Pd:
* Ni están todas las que son, ni son taaanto toodas las que están.
* El orden de los factores no altera el producto.
1. Mi casa, mi teléfono, ¡mi persiana!. Si alguien encuentra una persiana en todo Berlín, ¡que avise!. Misión imposible, te lo digo ya. Así que vuelvo a España y me flipo con el mecanismo, subiendo y bajándola fascinada en loop . La echo con regocijo a la noche sabiendo que ninguna luz me despertará. Pero luego me levanto en la más completa oscuridad, ¡y no veas que agobio!.
2. Aun me sorprendo pasear por parques y no ver, salpicada aquí y allí, gente desnuda. Sí, gente desnuda y sin vergüenzas ni tonterías. El tema del nudismo, -FKK ( Frei Korporen Kulturen)- la cultura del cuerpo libre está perfectamente normalizada en Alemania. Nadie se extraña por ver un culo o un cacho de piel por ahí desnuda, y de hecho es una costumbre de lo más sana y liberadora.
3. Cuando alguien me pregunta “¿cómo estás?”, y que yo realmente crea que le interesa saberlo. En Alemania, la pregunta va en serio, y no como una fórmula ligera de saludo. En España ni se te ocurra dar nunca una respuesta sincera, ya que empezarán a mirarte con cara de «no me cuentes tu vida».
4. Cuando me choca que todo el mundo pague con tarjeta todo ,y todo el rato. Menos yo, que sigo -muy analógica y románticamente- siempre llevando mi «sueltecito». No os sorprendáis, en Berlín no en todos los lugares se admiten tarjetas.
5. Cuando en España voy en manga corta, y el resto de la gente ya lleva jersey. La otra es, cuando me voy en invierno a mi casa de la playa, y me miran como si estuviese loca por querer dormirme escuchando las olas y levantándome con la visión del mar, y sólo porque es «fuera de temporada». Exageraditos…
7. Cuando se me antoja de repente un Club Mate y sé que no lo voy a conseguir aquí. Y claro, me enfurruño. ¿ verdad que cuando te apetece una Coca Cola ya no puedes pensar en nada más, porque no hay nada que sustituya?. Pues lo mismo con el Club Mate, pero sabiendo que no tienes en cientos de Km a la redonda. Punzaditas de sufrimiento.
8. Cuando mis amigos recién descubren la «nueva» tendencia del poliamor en España, y los miro con un poquito de condescencia…»dulces niños del verano…”
9. Cuando proponen ir o se habla de Clubs de Sexo y soy la única que no pone caritas ni parezco una adolescente en plena explosión del pavo hormonal.
10. Cuando me indigno porque la gente no recicla, porque no hay contenedores suficientes en los barrios, ni máquinas en los supermercados. ¡Que poca conciencia, de verdad!.
11. Cuando puedo abrir una botella de cerveza con prácticamente cualquier objeto. El mechero es mi mejor aliado. No pasas la prueba de fuego de ser un auténtico berlinés, si no sabes abrir botellines con mecheros. Eso se sabe aquí, allí, en Pekín, y por supuesto…en Berlín.
12. Cuando pierdo u olvido la cartera o el móvil en un banco- por ejemplo- y genuinamente espero que esté allí al volver a por ello. Y que al volver no esté, y me siga decepcionando y todo. ¿Que se puede esperar del país que ha acuñado la «picaresca» como un motivo de orgullo nacional, y sigue perpetuando en el poder a una panda de ladrones confesos?. No…si pierdo algo, debo dejar de tener esperanzas en la honestidad. ¡Spain is different!
13. Sin pensar que pueda haber otra opción posible -incluso con tu pareja-, tendrás la tendencia de pagar absolutamente todo por separado: cenas de amigos, citas de pareja, viajes comunales, etc… Una de las caras del individualismo teutón: Yo, lo mío. Tú, lo tuyo.
14. Cuando empiezo a descalzarme automáticamente a la entrada de cualquier hogar. Es más, elijo y reviso cuidadosamente mis calcetines antes de salir de casa.
15. No sin mi bici. Al segundo día ya me rendí a falta de carriles bicis y educación vial básica. No quiero morir. Entonces entro en la fase de coger el coche/moto hasta para ir al supermercado de la esquina. Estoy perdida.
16. Cuando entro a cualquier parque y TODO está prohibido: sentarse en el cesped, ir en bici, pasear al perro… ¿Me prestas tu katana por favor?. Es por salir un poco a la calle a desfogar, ¿sabes?. Gracias.
17. Cuando la gente usa repetidamente el adjetivo “raro/a”. No hay nadie ni nada raro en el mundo. No, nunca más tras vivir en Kreuzberg. ¿Rara? ¿raro? ¿Que es eso?
18. Cuando la gente no para de usar etiquetas para todo, normalmente muy superficiales: es guapo, es fea, es gorda, es delgado, es joven, no es joven, etc… reduciendo la vida a una experiencia muy pobre y limitada. Cada etiqueta es uno de los broches del corsé que todos nos autoimponemos. En las manos de cada un está apretar ese corché colgandose cada vez más etiquetas hasta provocar una muerte espiritual por asfixia, lenta y al final dolorosa; o liberarlo..dejando de usarlas, descubriendo así otras dimensiones del ser humano y de la vida . Berlín y su mezcolanza de edades en cualquier contexto, bellezas ( que existen de muchos tipos), personalidades fascinantes que enamoran por sí solas, y distintas filosofías de vida, ha sido para mí una auténtica cátedra. La mejor universidad para «desaprender». Así que cuando alguien clasifica a las personas con determinadas etiquetas, yo suelo salir corriendo.
19. Sigo flipando con el formato español «caña» de cerveza: pequeña y fría fría…¡que placer!. No, no echo de menos la cerveza de 1 litro que se te calienta en las manos, y todo porque » es un pecado» beber la cerveza fría. ¡Anda y que os ondulen!.
20. Ahora, casi siempre dejo buenas propinas. A ver, que no son tan buenas, sino lo normal….Vamos, que eso de dejar los centimillos sobrantes, pues no está bonito.
21. Cuando salgo de marcha…y la verdad: me aburro sin remedio. Quien quiera saber porqué a la fiesta se le llama fiesta…que salga de marcha en Berlín. Bueno, mejor no, que luego nada es igual.
Donde dormir en Berlin
Siempre recomiendo usar Airbnb o Booking. Dos plataformas con las que siempre me ha ido muy bien en todos mis viajes por el mundo. Os dejo, para comodidad este buscador de Booking, para que os pique el gusanillo. 😉