La primera impresión al llegar a Myanmar- a mí me gusta llamarla Birmania- es contradictoria. Decir que es el país donde más gente sonriente he encontrado, es quedarme corta. Pero más de la mitad de esas sonrisas, se presentan alojadas en una dentadura sanguinolenta donde unos labios agrietados, e igualmente rojos, dan paso al desastre. Es la cara del betel- Kun Ja en birmano-, la droga legal más extendida en Birmania. ¿ Que son esas manchas rojas, como brochetadas de pintura que han caído al suelo, sin que Pollock mediara en nada?. Son los restos secos, en calles y aceras, de los esputos que no paran de sonar alrededor. Sí, son las huellas del betel. El betel- pronunciado bitel– es tan birmano, como la madera de teca, el jade, el opio, la thanaka o el longyi.
La hoja de betel sirve para envolver nuez de areca, algo de tabaco e hidróxido cálcico- cal muerta-, formando así una especie de «chicle» que colocan por horas en el interior de la boca, hinchando los mofletes, dificultando hablar con claridad porque la boca está llena y tiñendo rapidamente la saliva de un color rojo. Este tinte es fruto de una reacción totalmente química. Para el viajero occidental es realmente llamativo y en mi opinión personal, desagradable. Tradicionalmente se cree que el consumo de betel mejora y soluciona los problemas de aliento…..permíteme que lo dude fuerte.
Hojas antes de ser enrolladas.
Mira que soy de probar absolutamente todo, y no he sido nada ñoña jamás en mi vida ni para el Sexo, ni para las Drogas, ni para el Rock and Roll, pero lo cieeto es que no le encontré ningún sentido a probar ese paquetico que, instintivamente-quizás debido al olor como fresco pero químico- rechazaba todo mi ser.
Gente, que lleva esto…¿vale!?. ¡Ni de coña!
Al cabo de unos días, una se acostumbra a este paísaje humano que me acompañará durante todo el viaje: una gran mayoría de chicos- algunas chicas también- con caras preciosas, ojos centelleantes y dentaduras de terror. Se dice, según estadísticas oficiales que el uso del betel se da en un 40% de la población masculina y un 20% femenina. Mentira, imposible, pongo la mano en el fuego a que es mucho más alta. Tanto es así, que mi compi de viajes: Nats y yo celebrábamos, como todo un hallazgo, cuando alguien nos enseñaba una dentadura blanca. Creo que hay más osos polares en el mundo que birman@s con buena dentadura, especies en extinción.
En su version masticable me recuerda a como y por qué usan en Perú las hojas de coca: para combatir la fatiga del trabajo- y en el caso de Perú el mal de altura o sorocho-. Aquí son principalmente camioneros, conductores de buses y taxis quienes lo usan, alegando exactamente lo mismo que un andino con su alpaca: que les hace no tener sueño ni fatiga. En su versión «me lo pongo en el moflete que parezca que tengo paperas» me lleva más bien a los «snus» suecos – una evolución del rapé francés-, esa bolsita de tabaco, agua y sal que se pone en el interior de la boca, y a modo placebo, se paladea durante horas el sabor nicotinoso que se va mezclando con la saliva. Y por cierto, los snus también terminan, a largo plazo, con una bonita dentadura, aunque el proceso de decadencia es más lento. Lo siento pero me encanta asociar lugares, ideas y personas. Ahora sí, volvamos a Birmania.
Puesto callejero de Betel.
A pesar de que el betel incrementa tremendamente el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares o de sufrir cáncer a lo largo de la vida, especialmente cáncer de boca, no constituye la mayor alarma sanitaria en un país donde la esperanza de vida se situa en 68 años. Pero lo cierto es que ya se encuentran, aquí y alli, carteles prohibiendo escupir betel. O directamente, las autoridades intentan disminuir su consumo prohibiendo su uso en las grandes pagodas y en algunos lugares concretos. Lo cierto, es que viendo el plan, no creo que de un día para otro, este pais vaya a dejar de escupir rojo por todas partes.
Prohibiciones en Myanmar: No tirar basura. No mascar Betel. No escupir-betel-.
Vistas así, quiero echarles un chorro de aceite de oliva virgen, sal y comérmelas tal cual. Que desperdicio.
Siempre respetando las costumbres de cualquier lugar, y agradeciendo haber podido observar esta «tradicion», lo cierto es que el betel…no mola.