
Nací en Algeciras, al otro lado de la curva que describe la bahía del mismo nombre. Desde el Rinconcillo, la playa de mis veranos, la silueta del peñón en forma de mujer tumbada siempre me acompañó de fondo. Gibraltar es el «croma» de los veranos de mi niñez y adolescencia, e incluye conceptos como caramelos Fox, chocolates Cadbury, tenis Dunlops último modelo, judíos ortodoxos paseando por la Main street, indios en los badulakes, tecnología libre de impuestos, cartones de Malboro y una echadora de cartas medio sorda llamada Maruja Porro, Miss Porro.
Esto es verdad, ni más ni menos, ni más. Pero vamos poco a poco.

Cuenta la leyenda que a Hércules se le metió entre ceja y ceja hacer que las aguas del Mediterráneo se besaran con las del Atlántico. Así que una buena mañana agarró con la mano izquierda la montaña Abyla en Ceuta, con la derecha el Monte Calpe, hoy llamada Gibraltar; y con la fuerza hercúlea que se puede tener en dos manazas de semejante tamaño, separó la franja de tierra que unía África con Europa, dando lugar al Estrecho de Gibraltar “el límite del mundo conocido” y a la mítica imagen de un Hércules gigante con una pata a cada lado del estrecho sujetando dos columnas.
Por cierto que estas dos columnas son las representadas en el escudo español, y no deja de tener su sorna que siendo el escudo monárquico, una columna pertenezca a Marruecos y la otra a Gran Bretaña. Ole.
Esta zona fue conocida por los navegantes durante muchos siglos como «el límite del mundo conocido», hasta que Cristóbal Colón se lanzó a conquistar su sueño y terminó conquistando mucho más que un sueño, aunque ésta es otra historia.
Gibraltar fue ocupada por fenicios, griegos, visigodos, romanos, vándalos, bizantinos, musulmanes, españoles y hoy día es oficialmente territorio británico de ultramar bajo la administración del Reino Unido. No parece ser que este suelo esté destinado a tener un sólo dueño, aunque una claúsula del Tratado de Utrech de 1713 contemple la opción de que España pueda reclamarlo de nuevo, en caso de que deje de ser territorio británico. Sin embargo, una certeza invade desde hace siglos a los diferentes habitantes de la roca, ya que tal como afirmó el cronista Alonso Hernández de Portillo en sus escritos de principios del siglo XVII, los monos son los «verdaderos dueños de la roca»; y a tomar por saco.
En cualquier caso no creo, más bien mi sentido común no entiende, que los cientos de trabajadores de la zona que Gibraltar contrata, o las empresas del sector de la construcción principalmente que operan en su territorio, tengan ningún interés en perder esa fuente de ingresos. Una fuente de ingresos a la británica, a saber: pago a tiempo y sin regateos. No están las cosas en España para andar con tontunas, seamos sensatos.
Gibraltar es un territorio tan parte de mi infancia como Barrio sésamo, el blandiblú, las primeras consolas de vídeo juegos o los libros de vacaciones Santillana. En 1982 con la reapertura de la verja que había permanecido cerrada desde 1969, separando a familias y hundiendo en la total miseria a La Línea de la Concepción, obtuve mi primer pasaporte internacional con cuatro años que me permitía poder entrar con mis padres al territorio británico. Tener un pasaporte siendo una niña en los años 80 en España, perdonen que les diga, era extremadamente cool.
Normalmente íbamos los sábados como la gran mayoría de los españoles a «echar el día». Mi madre llenaba el tanque de gasolina hasta los topes, mi padre compraba su cartón de tabaco y una botellita de algún licor, ambos reglamentarios: un cartón y una botella de alcohol por persona adulta. Yo por mi parte me moría por mis caramelos «Fox» y por las primeras maquinitas ochenteras de videojuegos, tan baratas que llegué a tener una gran colección.
Siempre me fascinó, sobre todo, tener que cruzar las pistas de aterrizaje del aeropuerto para llegar al centro de la ciudad desde la frontera. Los «bobbies» daban paso a personas a pie, motos con matuteros, coches, buses de líneas, caballos, patines y cualquier medio de transporte. Cuando venía un avión, las barreras se cerraban para paralizar el tráfico, y si tenías suerte te tocaba en primera fila. Es bastante impresionante ver un avión aterrizar a pie de pista, aunque era pequeña tenía la certeza de estar ante algo grande y raro, no el avión sino la situación. Una vez que el avión aterrizaba y se movía hacia el fondo de la pista para no obstaculizar el paso, los bobbies tocaban un silbato y subían la barrera de nuevo, entonces todo el mundo se lanzaba a la pista como si se tratara de una carrera de caballos y el centro ciudad fuese la meta. Hoy día sigue siendo así, y mi fascinación no mengua.

El choque entre la formalidad británica y la anarquía sureña, los avatares históricos, su situación geográfica y lo estrecho de su terreno hacen de Gibraltar un lugar sumamente particular que invita a zambullirse en su idiosincrasia. Su singular aeropuerto es solo una muestra de lo que viene. Prometo que no tiene desperdicio.
El monolito de piedra más alto del mundo.
Apuesto que muy pocos de mis coterraneos saben que el peñón de Gibraltar es el monolito de piedra más grandes del mundo, con una altura de 426 m. Esta trilogía la completan el peñasco brasileño Pan de Azúcar y la Peña Bernal, en México.
Este monolito está completamente hueco, una infinidad de galerías subterráneas y cuevas prehistóricas recorren su interior. Dicen las malas lenguas que aquí se guarda la gran parte del arsenal militar británico. Recuerdo desde muy pequeña, escuchar a los abuelos de la plaza decir, mientras le daban de comer a las palomas, que si se entrara en guerra con Inglaterra lo mejor sería dejar de fumar, porque con acercar una sola cerilla al peñón, Andalucía entera saldría por los aires.
Lo cierto es que el interior de la roca guarda dos grandes tesoros geohistóricos que se pueden visitar: las cuevas prehistóricas de Saint Michel y los túneles de la II guerra mundial, donde Churchill y Eisenhower planificaron la invasión del norte de África.
También parte del suministro de la ciudad se guarda bajo tierra, y se asegura que hay dos Gibraltar: una visible y otra oculta.
El llanito y los llanitos
Son las cinco de la tarde, estoy en una tetería de la Main street de Gibraltar frente una relaxing cup de té inglés. Una niña rubia de ojos azules, chanclas y ropa chillona juega en unas escaleras, escalón para arriba, escalón para abajo, deslizamiento por la barandilla y triple salto mortal. Su madre, una suerte de Vicky Pollard con bolsas de Mercadona rozando sus piernas, desde la mesa le va advirtiendo: «Mary stop please, Mary please…».
Y Mary pasa de todo, cuando la madre pega un berrido monumental: ¡Mary come here, que te va a caé, shiquilla!.
Les presento una de las esencias gibraltareña: el idioma «llanito», una mezcla entre un perfecto inglés y el acento andaluz, gaditano para más señas. He llegado a escuchar a un llanito diciendo «shoshete» a grito pelao , palabra.
Esta curiosa combinación de lenguas es fruto de 300 años de convivencia de la cultura británica con la española. Sobre todo en los años de la Guerra Mundial, muchos habitantes del Campo de Gibraltar cruzaban cada día la frontera/verja para trabajar dentro del peñón. De tanto oír a las mamás gibraltareñas llamar a sus pequeños «Yonitos» (diminutivo españolizado de Jhon_ Jhonnito), a los habitantes de la roca se les comenzó a llamar Yanis, yanitos o llanitos.
Pero no queda ahí la cosa, el llanito es infinito y magnánimo. Este dialecto, tan británico como propio, españoliza las palabras, adopta un acento pseudo andaluz y traduce literalmente algunas frases del inglés. El resultado es fascinante, ahí les dejo algunas joyas:
Que nice está el «keki», cuando quieren indicar que una tarta está muy buena. Entre keki y cake, lo que siempre me confunde con coke, me quedo con el keki de todas todas.
De la traducción literal de la frase «I,ll call you back», surge una de mis preferidas ya que es de uso muy extendido al teléfono: » Te llamo pa tras».
Si nos adentramos en el mundo de las reparaciones domésticas, saber que «tubería» se dice «pipería» es muy útil, eso lo sabe todo el mundo. También conviene saber que viene del inglés «pipe».
«Pómpalo friend» como adaptación de «Pump ut the volumen», para pedirle a tu amigo que suba la música en el momento álgido de la fiesta, es enorme. No me pueden negar que es impagable.
Y si lo que les apetece es decirme que «deje de dar la lata» con el llanito, sólo tienen que mencionar: «Stop giving me the tin», fácil.
Este intercambio lingüístico también ha calado al otro lado de la verja. Como buenos andaluces, le dieron la vuelta a todo con mucho arte y españolizaron muchas palabras y expresiones inglesas, dando origen a un vocabulario hilarante.
Los habitantes españoles de la zona, sobre todos los más mayores dicen la palabra «chingua»que viene del inglés «chewing gum», así como «Rolipó» para designar a los chupa chups, ya que el original en inglés es «lollipop» . Y yo de pequeña cuando jugábamos a las canicas, deciamos «vamos a jugar a los «meblis», que tiene su origen en el inglés «marble».
En una época en la que el chicle y los chupa chups era una golosina desconocida para muchos españoles, los trabajadores españoles que cruzaban la verja para trabajar en el peñón tuvieron ocasión de probar muchos productos que no se encontrarían regularmente en ningún comercio español hasta muchas décadas más tarde, bueno en ningún comercio ilegal me refiero, ya que el contrabando estaba totalmente normalizado en la vida civil.
Un apartado aparte merece la gran expresión «estarse al liquindoi». Cuando en los puertos de Cádiz desembarcaban barcos ingleses durante los siglos XVIII y XIX, los paisanos estaban al acecho a ver si podían rapiñar algo. Los capitanes, para cuidar de la mercancía, le decía al personal «Look and do it» para que estuvieran al loro y no les quitaran nada. Los paisanos que de inglés más bien poquito, a base de escuchar la expresión una y otra vez, comprendieron perfectamente el significado y tras la modificación fonética pertinente, comenzaron a usarla en modo de chanza. Desde entonces en Málaga y Cádiz, y allá donde haya un andaluz de pura cepa, «estar al liquindoi» es sinónimo de estar pendiente.
Monos salvajes, muy salvajes.
Gibraltar alberga los llamados «Macacos de Berbería», la única comunidad de monos en libertad de toda Europa. Según las lenguas locales, estos macacos llegaron al peñón desde Marruecos y Argelia a través de un túnel subterráneo que comunicaba los dos continentes. Al parecer,Hércules pensó en todo.

El lugar donde viven es espectacular y su gusto para elegir las vistas nadie se lo puede discutir, pero si sube andese «al liquindoi». No suelen cortarse a la hora de meterse en el coche, de abrir mochilas al olor de un sandwich, de saltar sobre las personas cuando les entra la locura y alguna que otra niña se ha llevado un buen tirón de pelo. He visto con mis propios ojos, como una familia llegaba en su coche, y como nada más aparcar, un mono metió la mano por la ventanilla, quitó las llaves del contacto y las tiró volando peñón abajo. Estaremos de acuerdo en que en mi pueblo y el suyo esto sólo tiene un nombre. Una pista: la madre mona no sale muy bien parada.
Estos macacos se presentan y venden como la mayor atracción turística de Gibraltar, aunque no es la información más difundida, el gobierno se plantea reducir su población por los problemas que traen. Algunas noches, pandillas de monos bajan al centro de la ciudad y se cuelan en casas y comercios para robar comida. Actúan como vándalos organizados o simplemente como lo que muchos piensan que son realmente: amos y señores de la roca. Pero a pesar de todo también tienen momentos muy tiernos y algunos, la verdad, son tan tan tan monos.
Estraperlo y matuteras
Desde que en 1712, la reina Ana de Inglaterra declarase el Puerto de Gibraltar como Zona Franca, la inmensa peña que domina el paisaje ha sido testigo de los vaivenes del estraperlo y su legión de matuteras.
Estas mujeres, sobre todo viudas de pescadores y de rojos, entraban varias veces a cargarse el cuerpo de productos que pasaban a España. Parece ser que era todo un espectáculo ver como escondían la mercancia, y como algunas no podían practicamente andar de vuelta. Me cuentan que las llanitas se negaban a tomar café en España porque sabían perfectamente en que lugar del cuerpo lo habían escondido las matuteras para pasarlo por la frontera…. y hasta aquí puedo leer.
Muchas veces andaban con niños que recuerdan cómo guardaban chocolatinas en los calcetines. Los carabineros de la frontera también se hicieron su pequeño negocio paralelo consistente en mirar para otro lado a cambio de unas perras. Hoy en día esas perras tienen otra cara y otras formas, pero sigue más que vigente. Matuteros son también los «canis» de La Línea que pasan con las motillos sin casco, y son magos en desmenuzar un cartón de tabaco y esconder su contenido en los sitios más insospechados de la moto.
Entran, salen, vuelven a entrar, vuelven a salir…y es así como entre un «mandao» y otro discurre su alegre vivir.
Durante los años de la posguerra española y la II Guerra Mundial, los productos estrellas que más se pedían de Gibraltar eran café, azúcar, piezas de motores, gasolina, medias de nylon,mantequilla de marca, transistores pequeños, tripas para embutidos y medicamentos muy demandados por los médicos como penicilina y las famosas pastillas «Rendell» que evitaban el embarazo.
El café frente a la achicoria, el tabaco bueno frente al tabaco alemán y la mantequilla frente a la margarina que ofrecía el generalísimo, era una tentación imposible de rechazar.
A cambio, desde Cádiz y Málaga, en los trenes cargados del interior llegaban fideos, aceite, harina, tocino, chorizos, etcétera. Hacían el mismo intercambio en las estaciones de trenes, principalmente la de Algeciras. En un terreno de 7 km2 como es Gibraltar, poca expansión agrícola puede haber, y así es como con este intercambio se salvaron las carencias a ambos lados de la verja.
Me cuenta mi madre que durante un tiempo mi tío Juan iba de Algeciras a Gibraltar en bicicleta cada día; y sin ropa ajustada ni chillona, ni bicicleta de carreras, ni gorrita tipo Indurain, vamos lo que se dice sin tonterías ninguna. Iba porque había que sobrevivir y se hacía lo que había que hacer: liaba los cigarros, desmontaba el sillón de la bici y los guardaba en el tubo del cuadro. Parece ser que de tanto ir a Gibraltar se le acabó pegando lo inglés porque mi tío Juan terminó emigrando a Inglaterra a trabajar como enfermero, y siempre afirmó que a él lo inglés lo había tratado muy bien toda la vida.
La gasolina como artículo sigue ocupando un lugar importante hoy día, muchos habitantes de La Línea de la Concepción entran varias veces cada día a llenar el depósito el cual descargan en terreno español, listo para el siguiente viaje. Pero no cabe duda que el producto de ayer, de hoy y de siempre es el tabaco. Familias y clanes enteros viven de este contrabando, innumerables salones de casas particulares han sido convertidos en puntos de venta clandestino e improvisados, mientras se llegan a hacer entre 20 y 50 viajes de ida y vuelta al día al otro lado de la verja.
Una de las mayores movidas de las que he sido testigo en mi vida, fue a los 10 años desde el coche de mis padres, atrapados en un atasco para entrar en Gibraltar. Estábamos aún en territorio linense cerca de la frontera, en la carretera que discurre paralela al mar, en plena playa de La Atunara.
Una lancha con dos hombres se aproximó tranquilamente al paseo desde el mar, un poco antes de llegar uno de ellos se metió los dedos en la boca y pegó un silbido que se debió de escuchar en Londres, y entonces todo ocurrió realmente rápido. Tres clanes de gitanos, por lo menos, compuesto de niños, mujeres embarazadas, otras con bebés en los brazos, chavalitos con motos y bicicletas y grupos de compadres charlando animadamente, incluso tocando palmas, salieron de los callejones que desembocan en la acera de enfrente todos a la vez. Empezaron a desparramarse alrededor de los coches parados en dirección al mar cuando comienzan a volar fardos por los aires desde la barca al interior. Recuerdo un amasijo de imágenes surrealistas: las gitanas moviéndose mucho de aquí para allá, con muchos espavientos, los chavales haciendo caballitos con las motos entre los coches, y los niños jugando a una pelota que rebotaba en los parabrisas. Y de pronto no veo un fardo volando, veo un bebé de brazo en brazo trazando un arco cuando se oyen las sirenas de la policía. Y en menos de un minuto todo el mundo había desaparecido en los callejones con los fardos de tabaco mientras la lancha ya se alejaba en dirección a Gibraltar.
Como os podréis imaginar hoy día el espectáculo está mil veces mejorado gracias a las nuevas tecnología y medios tanto de los contrabandistas como de la Guardia Civil. Yo ya me he comprado la birra, las palomitas y unos cigarritos de la risa para disfrutar del espectáculo.
Gibraltar subterráneo
Entre monos de dudosa reputación, tabaco de contrabando y conflictos patrióticos, pareciera que este territorio tuviese más que suficiente, pero esto es sólo lo que se ve…¿y lo que no se ve?
Si vas a Gibraltar con intención de hacer turismo, un lugar imperdible son las cuevas prehistóricas de Saint Michael, si la patria te escuece puedes decir San Miguel.
El efecto del agua filtrándose por la piedra caliza ha dado lugar a unas formaciones geológicas que ni los mayores maestros del gótico o barroco hubiesen podido ni siquiera imaginar. Este es uno de los sitios más impresionantes que he visto en mi vida, solo comparables con las cuevas de Nerja que también alberga un auditorio en su interior. La sala de la Catedral, llamada así porque las formaciones minerales que se pueden ver en sus paredes son como tubos de un órgano de catedral, y la cueva de Leonora que se creía que era un enlace subterráneo con África por el cual llegaron los monos a Gibraltar.
Durante la II Guerra mundial, la parte que ocupa el auditorio se convirtió en un hospital subterráneo, formando parte de la ciudad subterránea que se creó temiendo los ataques de alemanes e italianos. No sólo fue un sitio defensivo de protección, sino que fue un lugar de planificación estratégica. No es difícil imaginar a Churchill y Eisenhower, a la luz de unos candiles, planificando la Operación Antorcha y apuntando al norte de África. Estos son los llamados «túneles de la II Guerra Mundial» y si eres seguidor de la historia más contemporánea, aquí se te va a caer la lágrima todo el rato.
Se puede recorrer una ciudad subterránea que fue pensada para aguantar 9 meses con todo lo necesario, sin ayuda de nada ni nadie. Una fortaleza dentro de la fortaleza que al final no fue bombardeada, en esos años Hitler andaba muy ocupado jugando a los médicos con la población judía y a la guerra en Stalingrado. Suerte para nosotros que podemos disfrutar de Gibraltar en todo su esplendor histórico.
La boda de Yoko Ono y Jhon Lenon

Gibraltar es cool, ¡oh yeah!
A Gibraltar se puede llegar en coche tomando la salida 119 o 118 desde la A7, la Autovía del Mediterréneo. En este mapa puedes chequear su ubicación concreta.
Sonsoles Lozano
Me dieron ganas de conocer Gibraltar, espero en mi siguiente vez en España lo pueda hacer 😉 Muy interesante lo del subterráneo
Si Hector manuel, hay que descubrir Gibraltar! 🙂
Mucha información del Peñon. Tengo otra entrada dedicada a la roca pero habla más de mi visita un día. Ha estado chulo!